POR: NADIA VARGAS

Emily en París es tan ligera como las burbujas en el champagne. Repleta de tomas panorámicas de París en sus más deslumbrantes ángulos en la más alta definición, y la protagonista vestida en outfits impecables, es difícil no recomendar la serie por el puro deleite visual que presenta. Es esta capa de irrealismo que puede representar para ti el escape perfecto por 5 horas o un in – sufrible programa mediocre dependiendo de tu apetito mediático o si sucede que eres francés/a. Son estos últimos que se han quejado de la serie, llamando a la protagonista y las situaciones “ridículas” y que refuerzan los estereotipos franceses como su ética laborar en incluso su higiene.

La serie cuenta las aventuras de una joven de Chicago que es repentinamente enviada a una compañía de marketing para artículos de lujo en París. Sin conocimiento alguno del idioma, y una oficina llena de parisinos que la detestan por todo lo que representa, ella deberá como sobreponerse a la barrera del idioma y volver su choque cultural en un boom de innovación para la empresa. No sólo deberá de cumplir la misión para la que fue enviada, el ser el punto de vista estadounidense en la mesa de trabajo, si no que deberá de aprender también de la cultura, y disfrutar la vista.

Esa es la mejor recomendación que puedo dar a la serie, el disfrutar de la vista y dejarse llevar por la actuación de Lily Collins, cuyo nombre ya era tendencia en redes a momentos de estrenarse la serie. A pesar de su actuación junto con el resto del elenco multicultural, no fueron pocas las ocaciones que sentí que estaba viendo un programa de Disney Channel; dirigido a jóvenes adultos sí, pero un programa de Disney Channel a fin de cuentas. Si eres parte de la generación que creció viendo dicha programación esto puede ser una fortaleza pero si vienes porque sabes que comparte creador con Sex & the City, deberás saber que Emily en Paris es una serie que se siente muy dirigida a la generación de Millenial.

Abordando la inevitable comparación con Sex & the City, es ahí donde me pareció que caía la mayor debilidad de Emily en Paris y es la tensión inherente de Emily con el resto del elenco que le impide en realidad tener relaciones entrañables y momentos memorables como en su serie predecesora. Emily por su calidad de extranjera es in – mediatamente antagonizada en su trabajo, lo cual es inevitable, pero cuando la trama comienza a crearle un círculo de amigos la serie cae en un triángulo amoroso que nuevamente vuelve a tensar su relación con los pocos personajes que Emily puede interactuar de forma casual.

Habiendo dicho lo anterior, esto es natural en una serie de una sola temporada, y en caso de haber una segunda espero ver cómo evolucionan las relaciones de Emily, tanto en lo personal como laboral. Emily en Paris es una serie cuyo potencial yace en recordarnos que todavía hay un mundo por explorar fuera de la distancia y los límites que vivimos actualmente. Podemos chocar por nuestras diferencias, pero somos más fuertes cuando aprendemos uno de los otros, y ese es el significa – do del rol de Emily en París.

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